miércoles , 24 abril 2024
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Relatos de viaje – En Puerto Correntoso al atardecer


Autor: Richard Lingua.

En la Patagonia los atardeceres de verano suceden a la hora en que en el resto del país la gente está en la sobremesa. El sol cae a las 9 o 9 y media de la noche, y si estás en algún lugar mirando el ocaso, y si ese lugar está frente a un lago, o uno de los ríos sureños, o ambos, es todo un espectáculo.

En el sitio en que el Lago Nahuel Huapi y el Río Correntoso se encuentran, Primo Capraro construyó en 1917 una cabaña tosca y pintoresca y un muelle. Ese fue el antecedente del ahora majestuoso Hotel Correntoso, y al lugar sólo podía accederse por bote o hidroavión. Al lugar acudían atraídos por la pesca de truchas y otras actividades náuticas los amigos de Capraro, dueño de un aserradero, que en 1929 y en consonancia con el éxito de su refugio, decidió construir en lo alto del risco que corona el muelle el primer hotel de 20 habitaciones.

Los atractivos del lugar son muchos, el más grande, sus vistas sobre el río, el lago y la unión de ambos.

Sobre el muelle, olvidada por un tiempo, siempre permaneció la acogedora cabaña de los comienzos. Estando algún verano en La Angostura, y de visita en el fabuloso Wine Bar del Hotel, un amable bartender nos ofreció a mi compañero y a mí participar de una de las cenas que en aquella cabaña se celebran una vez cada tanto.

Llegamos antes de que se fuera el sol, nos sentamos afuera, casi sobre el muelle, en una sencilla mesa de madera y degustamos una generosa copa de malbec del lugar, mientras iba atardeciendo. Los asadores cuidaban del punto de la carne a la estaca, esa forma de cocción tan criolla. 

Las luces de la cabaña se fueron encendiendo a medida que la del sol se iba ocultando. Se vislumbraba el andar de los camareros de blanco, y el blanco de los manteles.

Un grupo de no más de 25 personas fuimos ingresando sin apuros a ese lugar centenario a degustar nuevos vinos, la carne asada, los acompañamientos camperos. La velada fue emocionante y apacible, como la noche afuera. Brindamos muchas veces, la sobremesa fue un momento larguísimo donde se suspendió el tiempo.

A veces el lujo adopta estas misteriosas formas.

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